Stanislaw Lem: Crítica de la Razón Estadística
La filosofía de Stanislaw Lem llevada a la pantalla
Ante todo, quiero agradecer al Instituto Polaco de Cultura y
a la Filmoteca de Catalunya su amable invitación para participar en este ciclo
de proyecciones.
Es un verdadero
placer estar aquí y tener la oportunidad de honrar a mi admirado Stanislaw Lem
en el centenario de su nacimiento. Ojalá que con estas actividades contribuyamos
a que el público conozca mejor la magnitud de su obra y sus estimulantes ideas.
Por mi
parte, solo estoy pagando una pequeña parte de mi deuda personal con Lem, ya
que sus libros, publicados en España a partir del año 1977 gracias a las
primeras traducciones de Jadwiga Mauricio, fueron decisivos en mi amor y mi
dedicación a la literatura de ciencia ficción.
Stanislaw Lem
era, por decirlo simplemente, un genio; una de esas figuras, cada vez más
escasas, capaces de abarcar múltiples campos de la ciencia, la filosofía y la literatura,
y realizar en estos campos aportaciones sumamente originales, muy adelantadas a
su tiempo.
Aunque en
muchos países es conocido únicamente como escritor de ciencia ficción, la
producción de Lem recorre ámbitos tan variados como la crítica literaria, la
novela autobiográfica e histórica, la fábula satírica, la experimentación
narrativa y el ensayo filosófico, formando un todo orgánico al que resulta imposible
clasificar dentro de géneros o asignar etiquetas.
Así, por
ejemplo, en La Investigación y La Fiebre del Heno nos encontramos
con novelas aparentemente policíacas que en realidad nos hablan de las
limitaciones del conocimiento humano. Se trata de thrillers donde no hay
crímenes ni culpables, salvo la naturaleza y el azar, un hecho que descoloca a
los lectores desprevenidos.
Llevar esta
riqueza de ideas a la pantalla parece un desafío imposible, y sin embargo, es
precisamente la fuerza y originalidad de las historias y el pensamiento de Lem lo
que hace inevitable y atrayente su adaptación. Él mismo se escudó tras el camuflaje
de la ficción para transmitir conceptos y tesis que difícilmente hubieran
encontrado un lugar en la filosofía y la ciencia académica, y se
sirvió de formas narrativas que no encajaban en la literatura convencional. ¿Qué
formas audiovisuales serían capaces de reflejar este atrevimiento del pensamiento Lemiano?
En general,
la literatura de ciencia ficción no es tan apropiada para los medios
audiovisuales masivos como pudiera parecernos. Los productos populares, al
estilo de Star Wars o de Mad Max, son meras traducciones al escenario espacial,
o a un futuro distópico, de narraciones arquetípicas y mitológicas, de luchas
medievales y Westerns crepusculares.
Así, uno de
los recursos favoritos del autor polaco es realizar descripciones minuciosas de mundos donde los exploradores
humanos encuentran estructuras y organismos tan extraños que son incapaces de
identificar su naturaleza y su propósito.
Lem disfruta
con esta extrañeza y la resalta con neologismos de cosecha propia. Así, en Solaris
encontramos toda una ciencia, la Solarística, dedicada infructuosamente
a resolver el misterio que plantea el planeta oceánico, con simetríadas
y mimoides que desafían el entendimiento de los científicos.
Algo similar
sucede con los paisajes venusianos en Astronautas y los planetas
alienígenas de las novelas El Invencible, Edén o Fiasco.
Este afán Lemiano
de representar lo incognoscible choca con las limitaciones técnicas de los
efectos especiales y también del lenguaje humano y cinematográfico. ¿Cómo
transmitir a los espectadores la presencia de seres que podrían estar vivos o
no, seres que no son ni plantas ni animales, que quizás sean un simple
artefacto mecánico, o tal vez una consciencia huérfana imbuida de un poder
divino?
Al igual que
Stanley Kubrick declinó representar en pantalla a los extraterrestres de pura
energía imaginados por Arthur C. Clarke, también las tres adaptaciones de Solaris
renunciaron a mostrar la riqueza del océano planetario, sustituyendo sus
indescifrables formas por símbolos elementales, como el mar y la lluvia en la
versión de Andrei Tarkovsky, o el aislado cerebro espacial en la película de Steven
Soderbergh.
Quizás sea Destino
Espacial: Venus (1960), una adaptación de Astronautas, la primera
novela publicada por Lem, la que más empeño pone en recrear la perplejidad ante
el paisaje de otro mundo que escapa a las categorías humanas, utilizando efectos ópticos y decorados oníricos muy sofisticados para la época.
A diferencia
del héroe prototípico, el personaje principal de Lem, normalmente un astronauta
o un científico, no consigue resolver los problemas que se le plantean, como no
sea por casualidad. En Retorno de las Estrellas, el cosmonauta Hal Bregg
es incapaz de adaptarse a vivir en la Tierra del futuro.
Igualmente, en
La Voz del Amo, a diferencia de lo que sucede en la más reciente novela Contacto
de Carl Sagan, el matemático Peter Hogarth y la comunidad científica no llegan
a descifrar el mensaje de las estrellas. Ni siquiera están seguros de que se
trate de un mensaje. En Lem, lo desconocido siempre domina a los héroes, arrebatándoles
su final feliz.
Existen,
entonces, dos vías para que los protagonistas Lemianos se conviertan en
personajes aceptables en una versión cinematográfica convencional. Una opción,
al igual que sucede con las adaptaciones Hollywoodienses de Philip K. Dick,
autor con el que Lem comparte muchas características, es alterar la
personalidad del protagonista para dotarlo de rasgos más heroicos.
El piloto
Pirx de Lem no tiene nada de extraordinario. Resuelve las situaciones con
una dosis mínima de sentido común y una gran suerte. Sin embargo, en la
película La Prueba del Piloto Pirx (que veremos en este mismo ciclo) lo
encontramos convertido en un experto internacional que sofoca por sí mismo la
rebelión de los robots humanoides, convirtiendo en un argumento más común lo
que en la obra original era una profunda reflexión sobre la naturaleza de lo
humano.
La segunda
opción para volver más aceptables a los protagonistas de Lem consiste en
reforzar sus aspectos humorísticos, convirtiéndolos en personajes cómicos
dominados por las circunstancias. Esta es la aproximación utilizada en la serie
alemana Ijon Tichy: piloto espacial (2007) que, a pesar de sus
limitaciones, les recomiendo porque resulta tremendamente divertida y consigue
mantener en buena medida las intenciones satíricas de Lem y sus preocupaciones
filosóficas.
Otra
dificultad a la que se enfrentó Lem para la adaptación de sus obras fue la
falta de adecuación a la doctrina estética y la ideología soviética. Tras
el rechazo de su primera novela semibiográfica, El Hospital de la
Transfiguración, Lem se vio obligado en sus primeras novelas de ciencia
ficción, como Astronautas o La Nube Magallánica, a soslayar la
censura, mostrando un futuro donde la utopía comunista se había extendido a
toda la Tierra. Curiosamente, el éxito popular de estas obras convirtió a Lem
en el autor elegido para contrarrestar la emergente ciencia ficción espacial de
Hollywood, representada por películas como Destino: la Luna (1950) o Planeta
Prohibido (1956).
Llegaron así
la mencionada Destino Espacial: Venus, adaptación de Astronautas, y la espectacular
Ikarie XB-1 (1963), basada libremente en La Nube Magallánica. Lem no
consiguió expurgar estos films de su contenido ideológico y, en general, no
estuvo nada contento con el resultado, aunque la factura técnica resultó muy
avanzada para la época.
Además de la
importancia política y cultural que la carrera espacial tuvo en los años 50 y
60, Stanislaw Lem se benefició también del auge en Polonia de dos formatos que
se adaptaban bien a sus fábulas satíricas y que le permitían tratar temáticas
complejas con mayor libertad y menor presupuesto que el cine. Hablamos del teatro
para televisión, o telefilmes, y de la animación.
La primera
historia de Lem adaptada como obra de teatro para TV fue Pastel de
Capas en 1957, dos años después de ser publicada, y que hoy veremos en la
versión de 1968 realizada por Andrzej Wajda. En 1958 se adaptó otro de
sus primeros relatos, El Fin del Mundo a las 8:00, en el que un típico científico
loco Lemiano, el profesor Farragus, descubre un aniquilador de materia y, al no
ser aceptada su invención, decide demostrar su funcionamiento destruyendo el
universo.
En 1968, Profesor
Zazul presenta a otro de estos científicos con extrañas ideas, en este
caso, la de clonarse a sí mismo. Al igual que en Pastel de Capas, se trata de
una reflexión sobre el tema de la identidad humana, que obsesionaba a Lem.
Los
personajes centrales de las fábulas humorísticas recogidas en Diarios de las
Estrellas (1957) también se encarnaron en la TV con Las Aventuras del
Profesor Tarantoga (1962) y Amigo (1965). En esta segunda, el
inefable astronauta Ijon Tichy, transformado en este caso, como Pirx, en
un competente ingeniero, investiga el mal funcionamiento de un cerebro
electrónico con resultados inesperados.
El éxito de
este medio televisivo llevó a Lem a crear historias pensadas directamente para
este formato. En 1961 escribe El Robot Fiel, en la que un androide
escapa al control humano empaquetándose y enviándose a sí mismo por correo
repetidamente. Como otras de sus historias, El Robot Fiel se adaptó varias
veces para TV, también en otros países como el Reino Unido.
La primera
adaptación de Solaris, en 1968, también se realizó para TV, ya en forma
de largometraje, con nada menos que 2 horas y 23 minutos de duración. Cuatro
años después se estrenó la versión cinematográfica de Tarkovsky.
En una pena
no tener acceso a estas adaptaciones televisivas, como la versión rusa de Retorno de las
Estrellas (1989)…
Para
terminar este listado de adaptaciones en formato teatral, les recomiendo El
Séptimo Viaje de Egon Tichy, producida el pasado año durante el
confinamiento. Se trata de un impresionante tour de force visual y
actoral en el que Tichy va replicándose incontables veces en el reducido
espacio de su nave, con resultados hilarantes. Pueden encontrarlo en YouTube.
El segundo
medio en el que la obra corta de Lem encontró un terreno favorable en
Polonia fue el de la animación. Con dibujos animados fue posible recrear
viajes espaciales, robots y planetas alucinantes, desplegando toda la
imaginación de Lem con un coste relativamente bajo.
En los años 1961 y 62, Lem colaboró como guionista con el animador Krzysztof Dębowski para crear cortometrajes que utilizaban música electrónica compuesta nada menos que por el entonces joven compositor Krzysztof Penderecki. Juntos produjeron tres cortometrajes: Viaje al Cosmos, La Trampa y Planeta Desierto.
En 1975 se
produjeron otros dos cortos clásicos basados en sendas historias del volumen Fabulas
de Robots: Los Consejeros del Rey Hidropsio, que fue recreado con
tecnología moderna en 2016 por Natalia Brożyńska; y La Máquina de Trurl,
de Jerzy Zitzman, también disponible en YouTube.
Más
recientemente, Retorno de Anna Błaszczyk (2008), inspirada en la novela Retorno
de las Estrellas, continúa con la tradición polaca de animación
experimental, utilizando una banda sonora musical sin diálogo.
De gran
belleza y originalidad, estas animaciones tienen, sin embargo, ciertas limitaciones
para adaptar las obras de Lem, ya que el alto grado de abstracción hace que se
pierdan ideas esenciales. Por ejemplo, en Retorno el tono humorístico de
la historia oculta el profundo drama del astronauta protagonista arrojado a un
futuro al que no consigue adaptarse.
Otras
animaciones como Máscara (2010), de los hermanos Quay, y Golem (2013),
de Patrick Mccue y Tobias Wiesner, utilizan una alternativa efectiva para la
ausencia de diálogo. Estos dos cortometrajes, basados en los correspondientes
relatos de Lem, mantienen la expresividad abstracta de la imagen y la música,
pero la acompañan con una narración en off que enriquece las imágenes con
textos originales de Lem.
La
flexibilidad del medio animado lleva a este a explorar siempre nuevas
posibilidades. En este mismo año 2021, Paweł Szarzyński ha producido Kosmogonik,
una historia interactiva en realidad virtual basada en el cuento Orejas
de Uranio y en las ilustraciones clásicas que Daniel Mróz realizó
para Ciberíada.
Por cierto, Ciberíada
es también el material de una ópera de Krzysztof Meyer estrenada en 1971 y repuesta en
varias ocasiones. Utiliza el recurso de las historias anidadas que aparece en la
obra de Lem y también incorpora a la música un elemento crucial de la filosofía
Lemiana, el papel del azar. Meyer adoptó la idea vanguardista del aleatoricismo,
popularizada por compositores como Pierre
Boulez o Witold Lutosławski, haciendo que ciertas secciones
musicales fueran determinadas por un proceso azaroso como el lanzamiento de un dado.
Volviendo al medio cinematográfico propiamente dicho, nos
encontramos con la adaptación de Solaris realizada por Andrei
Tarkovski en 1972. Tarkovski admiraba a Lem y vio una oportunidad para conseguir
un éxito comercial, al tiempo que liberaba al género de su énfasis en la
tecnología, contraponiendo su obra a la 2001 de Kubrick, que veía de una
frialdad extrema.
Lem y
Tarkovski trabajaron juntos en Moscú durante unos días, pero las personalidades
y los enfoques de ambos genios chocaron, cada uno disconforme con las ideas del
otro y con las limitaciones del proyecto. Tarkovski quería enfatizar la relación
entre los protagonistas. Dos tercios de su guion inicial transcurrían en la
Tierra, un escenario que ni siquiera aparece presente en la novela de Lem. Por
su parte, el autor sufría al ver que sus disquisiciones científicas y
filosóficas eran sustituidas por largos planos abstractos al gusto del ruso.
En paralelo
al éxito de Solaris, continuaron las producciones para la TV polaca, como la
adaptación de La Investigación realizada en 1974 por Marek Piestrak…
… quien
también dirigirá La Prueba del Piloto Pirx. En esta segunda película se
produce de nuevo el maridaje de la historia con música de vanguardia, ya que su
banda sonora fue compuesta por el estonio Arvo Pärt.
En 1978 se
estrena una de las adaptaciones fílmicas más interesantes de Lem, El
Hospital de la Transfiguración de Edward Żebrowski. La película sigue con
fidelidad la primera novela de nuestro autor, escrita en 1948, donde refleja sus
vivencias como médico en prácticas y sus dramáticas experiencias de la invasión
nazi.
La obra fue
prohibida por “contrarrevolucionaria” hasta 1955, razón por la cual Lem se
orientó hacia la ciencia ficción. Esta dura adaptación refleja muy bien su
visión oscura de la naturaleza humana y del caos irracional como motor de la
historia.
Recientemente,
Hungría ha producido dos adaptaciones fílmicas notables. La película 1 (2009)
de Pater Sparrow, se basa libremente en la obra Un Minuto Humano, la
reseña de un volumen imaginario que recopilaría todas las estadísticas
imaginables de la humanidad referidas a un minuto específico. Sparrow crea una
historia onírica y compleja, donde el imaginario libro de Lem es una excusa
para desarrollar una estética y una visión particular del ser humano.
También es
bastante libre la adaptación húngara de La Voz del Amo, realizada en
2018. El director György Pálfi utiliza el personaje del científico que
intenta descifrar una misteriosa señal de naturaleza extraterrestre, añadiéndole
elementos ausentes en la obra de Lem. Se convierte así en un thriller de acción,
aunque sí respeta algunas de las reflexiones originales respecto a la
dificultad de conocer e interpretar el cosmos.
El director
israelí Ari Folman retomó la técnica y la libertad del medio animado para su
película El Congreso (2013), como forma de representar los estados
alucinatorios y el humor amargo de la novela Congreso de Futurología.
Folman es capaz de mostrarnos una verdadera Realidad Virtual, un mundo artificial
sobre el que Lem teorizó en su ensayo de 1964 Summa Technologiae.
Por el
momento, la última reencarnación del inmortal Ijon Tichy se ha producido en el
corto Habitación (2021) de Krzysztof Jankowski, que crea una comedia
visualmente impactante con un trasfondo filosófico, utilizando de nuevo el
confinamiento y la replicación del desaventurado cosmonauta.
Volviendo
atrás en el tiempo, a 1968, hablemos brevemente de la obra proyectada hoy, conocida
como Pastel de Capas o ¿Está usted ahí, Sr. Jones? Es,
seguramente, el relato de Lem que ha sido adaptado en un mayor número de
ocasiones. En este caso, tenemos la dirección de Andrzej Wajda y un guion del propio Lem, quien por una vez estuvo totalmente
satisfecho con el resultado, opinando que incluso mejoraba el original.
Se trata de
un ejemplo excelente del uso Lemiano de la sátira y la fábula humorística para provocar
que reflexionemos sobre uno de sus temas favoritos: cómo la evolución de
tecnología podría cambiar nuestros valores y conceptos tan básicos como el de la
identidad personal, y cómo la sociedad deberá adaptarse a estos cambios.
Sobre este
trasfondo tragicómico, Wajda crea un espectáculo con elementos psicodélicos
típicos de la época, incluyendo inserciones animadas propias del cómic.
Sin más, disfruten del resto del Ciclo y, por supuesto, de la lectura de las
obras de Stanislaw Lem.